No quiero necesitarte, porque no puedo tenerte.

Del género romántico existen miles de películas. Para mí esta es diferente. Hay que empezar diciendo que Clint Eastwood es mi actor y director favorito, sigue entre nosotros con sus más de noventa años y parece que fue ayer cuando rodó «Por un puñado de dólares». Hablar de Clint es hablar de cine y viceversa. Es difícil verlo en un papel romántico en su trayectoria como actor, pero lo hizo, y de qué manera. Un tipo duro, que escupía antes de matar y se encasilló en eso, no es fácil que evolucione hasta hacer este papel tan distinto. Esa es la maravilla.

Meryl Streep es otra diosa de la gran pantalla. Ya la cité en la publicación sobre Memorias de África. Siempre me sobrecogió su manera de mirar, sus expresiones, la capacidad de dar vida a sus personajes. De esa película lo que menos me interesó fue la trama amorosa, me pareció una anécdota aquel romance que adornaba lo verdaderamente importante y que comenté ampliamente en esa publicación. Para esta ocasión Meryl tuvo que engordar diez kilos según exigía el guion, y por supuesto las escenas donde aparece desnuda las hizo otra persona, ella siempre lo dispone así en toda su carrera.

Sin embargo en Los puentes de Madison el gran protagonista es el amor, el más puro que puede existir entre dos personas que se quieren y se desean. El amor está aquí por encima de la excelente interpretación que hacen los actores, que por cierto no se conocían apenas antes de este rodaje, lo cual hace aún más increíble cómo pudieron transmitir a los espectadores la sensación de haber nacido el uno para el otro.

Cómo se miraban , cuánto se decían sin hablar, pues de la mlsma manera que todos deseamos mirar y ser mirados.

En este drama romántico Meryl está inconmensurable, y eso que no estuvo nada claro en el proyecto quién iba a ser la actriz, hasta que la mamá de Eastwood se decantó por ella, todo un acierto de la señora. Aquel año la Academia debió entregar dos estatuillas a la mejor actriz, porque también hubiera sido injusto que no se lo llevara Susan Sarandon.

Respecto a la novela origen, decir que no está nada mal para haberla escrito en menos de dos semanas. Unos días dedicados a escribir a ratos, con la intención de compartir el relato con gente cercana, resultó un superventas con varios millones de ejemplares vendidos en todo el mundo. Todo lo contrario de lo que nos pasa a la mayoría de los mortales que escribimos. Un crack Robert James Waller. Otro dato numérico curioso es que solo se rodó en 36 días, muy poco tiempo.

La producción es perfecta desde todos los puntos de vista. Un desarrollo delicioso es rematado por un final sencillamente inmejorable. La frase con la que inicio este texto quedó para la historia del cine, pero no fue la única, la filmación está llena de diálogos apasionantes, íntimos, sentidos, unos alegres y divertidos, otros donde aparece el enfado, la tristeza, etc, en definitiva todo lo que tiene que ver con Los puentes de Madison es un placer para los sentidos.

Decir que poco después del éxito de la película unos seres, «humanos», incendiaron intencionadamente el precioso puente de madera donde compartieron momentos inolvidables los amantes Francesca y Robert. La casa de Iowa donde se rodó la película corrió la misma suerte. John Wayne nació allí mismo, una lástima que no estuviera cerca cuando los vándalos se esmeraron en su arte.

No tenemos remedio.

El vídeo que culmina este texto es una carta de amor, con todos mis respetos hacia Joan Mora, que lo hace genial, prefiero la voz de Constantino Romero, no puedo desvincularme de ese doblaje y la asociación con Clint.

Amigo Robert, no intentes entender lo que os pasó en Madison County, porque no es una cuestión razonable, es lo que provoca, entre otras cosas, que seguir aquí, en este mundo, merezca la pena.

La alta probabilidad de lo improbable