Cuando se termina el proceso de creación de una novela y se culmina con la publicación, lo que yo llamo compartir el entusiasmo con los demás, quedan atrás miles de horas de soledad necesarias para desarrollar el relato. Por otra parte, este trabajo en solitario es complementado a lo largo de este tiempo y al final por personas que aparecen y son buscadas, cuya aportación es digna de destacar, sin ellas el resultado no sería el mismo.

Desde los profesionales de la editorial, Punto Rojo libros en mi caso, por un lado en el asesoramiento, Antonio Puente Mayor, o los que le dan forma desde el departamento de diseño a ese texto en word que pusiste en sus manos y se acaba convirtiendo en papel ahuesado listo para leer.

Pintores que retratan en un lienzo la idea que tienes en mente para que sea la cubierta exterior, como Emilio Martín, incluso su hija, maría, que realizó un precioso booktrailer de la primera novela.

Fotógrafos que captan con su arte la instantánea precisa, como Jerónimo y Fernando Prieto, el cual también reprodujo con mucho acierto el videomontaje de la última presentación.

Correctores profesionales que ayudan a darle brillo al texto, como Esther Magar.

Personas que con sus perfiles y vidas se prestan a aparecer en el relato.

Personas que te aportan información, documentación, como Guillermo Rodríguez.

Lectores cero, como Mamen Martínez, José Manuel García o el propio Manuel González, quienes desde sus diferentes prismas realizan indicaciones a través de sus valoraciones, con el fin de que el texto mejore.

Y el apoyo incondicional de multitud de personas cuyo aliento te da ánimos frente a la desesperación y fuerza para continuar.